13 mayo 2005

La reacción de los familiares frente a la violencia: dos caminos

En Argentina son miles quienes han perdido a un ser querido de manera violenta. Solo ellos saben que se siente. Los demás, sólo pueden imaginarlo.
Pero es casi imposible no detenerse a observar lo que sucede después de la pérdida, después del hecho violento, lo que sucede durante esa búsqueda de justicia que siempre parece eterna, de tan hastiante y tan dura.
Vale la pena reflexionar sobre las reacciones de estos padres, madres, hermanos, una vez pasados los momentos inmediatamente posteriores a la tragedia: el asesinato, el crimen, la masacre, la desaparición.
El 2 de marzo en San Bernardo, (provincia de Buenos Aires), un joven comerciante fue asesinado de un balazo por un delincuente que minutos antes había robado su negocio, y al que había salido a perseguir, desarmado. La madre de Matías Rinaldi, Victoria, apareció durante los días siguientes pidiendo públicamente la pena de muerte.
Tiempo atrás otra madre dolorida, la de Diego Peralta, también pedía que se instaure la pena capital en nuestro país.
Pero no todos reaccionan igual. Quien sabe por qué. Hay quienes, mientras encaran pacientemente el largo camino de la justicia, no piensan en el “ojo por ojo”, y buscan otros caminos, más solidarios, más humanos.
Es el camino que emprendieron Graciela Pereira (madre de Segundo Cazenave, muerto por torturas en 2001), Silvia Bignami (madre de Julián Rozengardt, muerto en Cromagnon) y Rosa Bru (madre de Miguel Bru, torturado, asesinado y desaparecido en 2003). Un sacerdote las juntó para conversar y la agencia alternativa lavaca.org coordinó el encuentro, que puede leerse bajo el título “Cuando el Estado es el asesino”. Vale la pena.

1 comentario:

Claudio dijo...

Las injusticias nos alteran y las injusticias profundas lo hacen profundamente. Cuando alguien con violencia arranca de nuestro lado a un ser amado pretendemos que esa alimaña muera y nuestra mente se cierra a la razón.

Sin embargo, pedirle al Estado que lo haga por nosotros reafirma la postura tradicional de no incluirnos en el problema, como tampoco lo habíamos hecho antes de que nos ocurriera el desgraciado suceso.

El Estado tiene que evitar que esos miserables cometan crueldades, no salir a matarlos después de que ya lo hicieron. Una buena idea, quizá, sería que las personas no lleguen a ser viles y miserables.

Es una suerte que a madres como Graciela Pereira, Silvia Bignami o Rosa Bru la vida les haya dado la oportunidad de enfrentar su dolor de forma más racional y más humana.