12 febrero 2008

Darío Jerez, el vicecónsul y las elecciones en España

Carlos Subirol Gil es vicecónsul de España en la región de la provincia de Buenos Aires (Argentina) donde vivo.
Sé su nombre menos por su labor como funcionario consular que por otros acontecimientos. Y eso no es raro: las cuestiones migratorias o de colectividad interesan, supongo, a los residentes españoles en la zona en particular.
Conozco a Subirol sólo de nombre –no lo he visto más que en fotos-, y lo que sé de él es que está procesado por “encubrimiento agravado” en el caso de la desaparición (causa hoy recaratulada “privación ilegal de la libertad calificada por homicidio resultante”) de un vecino de mi pueblo, Darío Jerez.
Cuando se conoció la noticia de la recaratulación de la causa supuse que las autoridades españolas relevarían a Subirol de su cargo. Quizás estaba equivocada, pero me pareció que era lo que debía pasar.
No. No sucedió. Hoy lo escuché por una radio explicando como funcionará el sistema de votación para las elecciones generales y del parlamento de Andalucía para los españoles residentes en la región.

Sé que por principio toda persona es inocente hasta que se demuestre su culpa. Pero en ciertos casos el peso del caso, del horror de lo ocurrido inclina la balanza hacia la necesidad de dar muestras de respeto, de grandeza, de corrección ante la población. Esto implica incluso la necesidad de dar dignos pasos al costado. Y me parece que no se puede permitir la permanencia de un funcionario público en su cargo con semejante peso legal y procesal sobre sí.
Quizás me equivoque. Quizás no.

Mientras tanto, Darío Jerez sigue sin aparecer. Y el pacto de silencio continúa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como española, me indigna que me represente en vuestro país una persona implicada en un asunto tan grave.

Anónimo dijo...

A mí, má que indignarme la persona (ladrones y cabrones hay en todos lados) me indigna el comportamiento de "mi" Estado.

Mi solidaridad, Nat. Y demás pueblo.

Nat dijo...

Senior,Zifra: gracias por la solidaridad.

Como verán el hombre no ha renunciado, ni pretende hacerlo, ni nadie le ha pedido que lo haga.

Así estamos.